domingo, 15 de junio de 2014

Juegos de arena... (listas II)

Al principio no lo entendía... jugar con plena libertad.

¿Jugar a qué? ¿jugar qué es? ¿porqué lo sacas todo del cesto? ¿porqué volverlo a tirar? ¿porqué olvidarte la merienda ensimismado en la arena? ¿qué tienes en la cabeza, pequeño, para estar tan feliz?

Al principio sonreía sin más.
Te miraba embobada, pero no sabía porqué te sonreía al verte jugar.

Poco a poco aterrizé en tu planeta. Lleno de mundos y constelaciones sin nombrar.
Intentaba recordar. ¿Qué es lo que yo tenía en mi cabeza? ¿Qué fue aquello que me transportó a otro lugar?
¿cuando comencé a poner los nombres?

Foto: El cielo por el tejado


Al principio no entendía muy bien... ¿aquello era jugar? y todavía, a menudo, sigo sin mucho entender.
Porque me cuesta olvidar, me cuesta estar en el suelo, me cuesta restar importancia, me cuesta mancharme, chorrear, me cuesta reirme sin miedo, me cuesta saltarme la norma, me cuesta subir al cohete que te lleva tan allá...

Con el tiempo he hecho una lista de los planetas que a menudo visitas. Es incompleta, como todas las listas. Torpe, como todas formas de meterte en un papel. Pero sé que yo algún día olvidaré lo que jugué, donde estuve contigo, porqué pasó tan rápido todo el tiempo a tu lado. Por eso yo necesito un mapa para volver y te lo voy a leer:

Sacar el jugo de las mandarinas y empezar a babear,
de gusto, de placer, de juego en la boca.

Tirar de la manta hasta tenerla en la cabeza,
y bucear en la cama buscando el calcetín mientras miras la cara de papá y mamá bostezando,
mirando el reloj agotados.
Tirar del rollo de papel higiénico,
tirar del pelo de mamá,
tirar de la siesta más de la cuenta y luego vuelta a empezar.

Sacar las cacerolas al suelo,
llenar de arena los bolsillos,
llenar de besos a mamá, llenar de pan el suelo, llenar de hojas mis manos, mis bolsillos, mi mochila.
Coger las bolas de zarza, coger las flores del jardín, coger la manguera de riego, recorrer el jardín entero, dejar el queso y el pan en el suelo, y luego vuelta a empezar.

Foto: El cielo por el tejado


Mirar, igual que miran las moscas, una pequeña araña que teje su tela en el patio.

Entender que el malo es gracioso,
que te puedes pitorrear.
Que es la música la que se mueve y no eres tú al compás.
Que los piratas no manchan, que naufragan sin parar, que son de lo más terrible cuando tienen hambre y no tienen lo que robar.

Que los sueños son de verdad, que se puede jugar a ellos, que te puedes arriesgar.

Que la lucha es divertida, y el barro fundamental, que los parques son galaxias habitadas por cada rincón, seres amables y extraños, seres con forma de ratón, arbustos que esconden secretos, hormigas que comen carbón.
Pequeños hallazgos, las chapas del suelo, tesoros, peleas de sofá y cojín...

Jugar a ser el soldado que se va a la guerra y hace un amigo, con el que se esconde a jugar, con el que comparte merienda. Jugar a la guerra que se detiene para que dos amigos puedan charlar, que no muere nadie, que tiene balas de huesos de melocotón.

Foto: El cielo por el tejado


Me gusta creer que tus juegos los tendré en un mapa, y que te podré seguir. Me gusta pensar que tu juego es como un ser extraño que puedo cazar y retenerlo ante mi. Para hacer estudios de adulta, para equivocarme al examinarlo y creer que con mi ciencia puedo desentrañar todo lo que significa para ti. Tú eres puro juego, eres libre. Un torbellino al que seguir.

Al principio no lo entendía... y ahora me confieso enamorada, me refiero a jugar. Juego libre. Jugar en plena libertad ¿Todo eso qué será?


2 comentarios:

  1. Nada mejor que jugar, y qué placer recuperar el juego a través de ellos ;)

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  2. Que razón tienes María! Y si los adultos jugásemos más seguro que perderíamos menos el tiempo!! ;)

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