domingo, 12 de enero de 2014

Cazando monstruos

Son las doce. Se ha hecho muy tarde. Hoy mi pajarillo no quería dormir, tenía miedo a algo que no sé que es…  Me siento en el avión a pilotar con los bolsillos cargados de terrores infantiles y la cabeza a rebosar de estrategias para huir. Dice que hay un monstruo que no le deja dormir… que se sube a la lámpara y se cuelga por ahí, que le acecha, y le persigue, le echa fuego… que sé yo… si es que así, cariño, no se puede dormir…

Lo más terrible de todo, y quizás, es el comienzo, es que a mi me pasa igual… Pero yo dormir si duermo. Lo que a veces no sé hacer es vivir. Justo al revés que él.

Y es que hace ya algún tiempo que me dí cuenta que tengo un monstruo que me ronda… a veces son dos, y a veces tres… ¡por algún lado se me han colado! Le he preguntado a mi niño por si le sobraban algunos y es que me los ha echado, pero no, dice que tiene los mismos de siempre y no le falta ni uno (pobre).

Y yo hace tiempo que los siento, por la nuca, por la tripa y por los huesos… creo que alguno se me coló por la herida. Cuando tuve la cesárea. Ya decía yo que no podía ser bueno que te abrieran tan adentro.

Y es que veces nos cuesta mucho acabar con los monstruos que nos persiguen. Cuántos miedos acumulamos y cuánto miedo a luchar tenemos. Como estamos educados en la vieja moral del bien y del mal parece que queda feo declarar la guerra a alguien. Aunque sea un fantasma que te roe las entrañas, aunque sea un monstruo horrible que te hiere y te amenaza.


A los niños con los miedos les cortamos las alas: les quitamos las espadas y los palos, les ponemos mala cara cuando quieren combatir… porque en el fondo nos acobarda que sean tan valientes. En el fondo nos da miedo que ellos quieran luchar… y a ti te cercenen la idea día a día. Que ellos quieran liberar su necesidad de SER, completos, dulces y combativos a la vez… y tu te sujetes las ganas de perderte (dichoso autocontrol). No podemos asumir que ellos se enfrenten a sus terribles batallas de juguete… y nosotros los adultos nos rindamos tan fácil y tan rápido.

Yo no tengo un caza, ni las horas de vuelo del Barón Rojo, pero tendré que pilotar esta arriesgada expedición… buscar la manera de cazar a esos monstruos, de impedirles la entrada, acabar con lo que hay dentro de mi que les alimenta.

Debo buscar la manera de cerrar esos huecos dolorosos por dónde se me cuelan. Es necesario hacerlo, porque cargar con heridas tanto tiempo interrumpe el flujo del amor. Se te taponan los abrazos, se te coagulan los besos, y todo lo pides y lo das cargada de dolor. Y el dolor produce ceguera. Y además es contagioso: los niños lo absorben rápido, como un zumo de melocotón casero…

Y así, cariño, lo sé, no se puede dormir… así, de verdad, no se puede ni vivir…

Entonces me miro a mi misma. Y miro mis miedos, acaricio mis temblores, escucho mis gritos silenciados… Y veo mis heridas abiertas, y compruebo que no las había cerrado. Las enumero, para no perderlas de nuevo. Me las lamo, para saborear su dolor: sin regodearme, sin autocompasión. Sólo para conocer al enemigo y empezar mi lucha. Como una loba depredadora que quiere protegerse y proteger a su camada.

El vuelo que he emprendido es peligroso, con tres heridas abiertas y poca visibilidad. La avioneta me sigue el ritmo, respetuosa, quizás comprenda todo más que yo. Está siendo una noche dura: lo que almaceno en los bolsillos pesa, las ganas de huir en mi cabeza me desbordan... Pero uno a uno les he atrapado. Los monstruos ya no pueden escapar. Y yo tampoco.

Los patitos feos de Boris Cyrulnik



Dice Boris Cyrulnik (Los patitos feos. Resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida) que a partir del instante en que nuestras heridas acceden a las palabras nos metamorfoseamos. Convertimos el dolor en representación.
Y yo para representar a mis monstruos les nombro, uno a uno, siendo esto lo más duro:
“A ti te conozco desde la infancia. No puedo ver tu rostro, pero reconozco tu olor tan familiar. Me hiciste daño y me dejaste sola y desprotegida. Ahora yo temo no saber proteger a mi hijo”
“Tu me acompañas hace años, eres la voz que siempre me dijo que no podría hacerlo. Nada. Nunca.
“Y tú llevas tres años conmigo, y me tienes calada hasta los huesos. Te colaste por el hueco que hicieron para sacarme a mi hijo. Y aprovechaste el vacío que sentí cuando se lo llevaron, para hacer de mi terror tu fortaleza”.
No es digno seguir huyendo. Hay que enfrentarse, declarar la guerra y combatir. ¡Que venga el Capitán Trueno! ¡que mis pinceles se conviertan en espadas de madera! Voy a ser la loba que se enfrenta y que muestra valor. Buscaré hasta el fondo de mi avioneta la capacidad para retomar mi historia herida y sanarla. Vendrán otros monstruos, lo sé. Pero tendré preparada mi tela de araña, y tejeré con tesón un lugar para encerrarlos, nombrarlos y desposeerlos de su poder.

Mural de las Madres de Plaza Mayo



“Pienso en ti, mi niño. No es justo que te prive, pajarillo, del derecho a defenderte. La magia del juego pintará tus espadas y acabará con los monstruos que en cada momento aparezcan. Y aparecerán de nuevo, ya lo verás, para hacerte crecer, como a mi. Para que te sientas vivo, como yo ahora”.
Vuelvo de la batalla cansada, pero orgullosa. Viva, y con tres cicatrices. A veces molestan, quizás algún día se reabran y habrá que sanar de nuevo. Pero ya conozco el camino, he nombrado mi angustia y puedo reescribir mi dolor con trazo seguro. Con un lápiz que no se borre, una tinta que no se corra.

Esta lección de vuelo ha sido dura, dura y muy larga. Así es como aprendemos a volar, a volar más alto… más felices, y más sanas. Queriéndonos.

Felices sueños a todas…
…a dos mil metros de altura, y subiendo…



Para aquellas que han sido heridas en el campo de batalla… o no:
Un libro: de Boris Cyrulnik Los patitos feos. Resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida (para adultos que así no pueden vivir)
Un cuento: Harold y el lápiz color morado (para niños que así no pueden dormir)
Una canción: Gone gone gone (done moved on) Robert Plant y Alison Krauss de su albúm Raising Sand (para celebrar que eso que te hizo mal ya se ha ido, para subir muy alto...)




Ilustración destacada: Voladora de Sueños para El cielo sobre el tejado

Fotografía: Voladora de Sueños desde Argentina para El cielo sobre el tejado






2 comentarios:

  1. Me encantan tus recomendaciones. No sé como será el libro pero su título habla por sí mismo. Gracias!

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti Inma! pues el libro es genial, muy sencillo de leer, de los que enganchan. Explica el significado de resiliencia maravillosamente bien... y es super esperanzador, porque los seres humanos somos así: fuertes si tenemos cerca aunque sólo sea una persona que nos de amor.
    Un besito!

    ResponderEliminar