sábado, 25 de octubre de 2014

Amar sin luz

Quiero guardar el silencio de la responsabilidad. Cuando intuyo que una sombra mía te recorre el espinazo.
El día de mañana, pequeño amor, quiero lograr mirarte a los ojos cuando sólo puedas ser lo que eres, cuando las sombras reinen en el mundo que te construyas a tu alrededor. Porque somos luz, pero también de sombras estamos hechos, y de respuestas cobardes a veces.

El día de mañana quiero amarte en silencio en tus cobardías, porque será que he amado las mias. Quiero poder amarte en silencio, con respeto, en tus huídas porque querrá decir que he sabido ver con distancia las mias. Quiero amarte en tus temores, en tus actos inaceptables, en tus noches de pérdida y desmemoria. Porque eso querrá decir que me he sabido aceptar en mis momentos turbios, reprochables. Porque eso significará que habré asumido que son parte de mi, y debo hacerme cargo de ello, con cariño, sin culpas, capaz de responsabilizarme.

Yo quiero amarte cuando falles, cuando caigas, cuando te doblegues. Quiero tomar en brazos a tu fragilidad, con cariño, y devolverle la dignidad con una mirada de amor. En silencio. Sin más gestos que la calidez de la piel al tocarse.



El día de mañana quiero que amarte sea una palabra hermosa que recorra todas tus sombras. Eso querrá decir que en el día de hoy he sabido responsabilizarme de mis sombras que danzan sobre los dos titubeantes, como velas en la noche.

No quiero que sufras, pequeño amor, pero sufrir es sentir que no te aman por no ser lo que debieras.

Quiero guardar el silencio de la responsabilidad, a tu lado. Consciente de que tal vez, sea el único modo de mirarte con amor en todos los momentos. Cuando te invaden las sombras, y cuando transportas la luz que llevas dentro.

Hacerme responsable de mis pobrezas que me llegan en forma de disparos sobre mi cabeza, devueltos por tu reflejo constante. Tomaré mis heridas y aprenderé a vivir con la marca que dejen, serán las señales de que algo pasó, de que algo quedó atrapado entre mi ser y mi experiencia. Y no volveré la cara para no negarme, una vez más.

Quiero poder amarte cuando nadie más pueda hacerlo. Y podré hacerlo porque no te juzgaré, porque tendré el amor en la boca, porque en mis manos sólo habrá la certeza de que eso fue lo único que pudiste hacer. Y entonces, sin lugar a dudas, te amaré.

jueves, 9 de octubre de 2014

Una escuela en movimiento. La cultura y el amor.

Estoy enamorada, pero completamente enamorada de la idea de poder ofrecer otra educación diferente a la que yo recibí de pequeña. Pero no va a ser diferente por ser escuela libre, no va a ser diferente por la atención y la escucha que va a disfrutar, por la libertad con la que se va a poder mover en las horas que no estoy con él. No. Estoy completamente enamorada de la idea de criar y educar a mi hijo en la cultura de la participación, de la implicación, de seguir las creencias que te nacen de dentro, de mirar en la dirección que te parece más coherente, de tirarte a la piscina, saltar al vacío y abrir los ojos y encontrarte rodeada de gente que trabaja en cambiar el rumbo. Eso es cultura.

No soy perfecta, hijo, no puedo ofrecerte una completa seguridad personal, una higiene psicológica completa, una vida perfectamente estructurada. No soy esa madre que al principio de tenerte entre mis brazos aspiré a ser. Pero soy yo, con esta decisión soy yo, y puedo ofrecerte una vida de verdad. No una vida de mentira en la que no creería. Con esta decisión, con este salto al vacío, con esta forma de complicarnos la vida de una forma tan bonita, me voy a hacer más yo todavía. Y ese, cariño, será tu regalo para toda la vida. Poder ser lo que necesito ser y escucharme por dentro. Y tal vez, aunque no soy perfecta, llegue un día en que tu te escuches por dentro y quieras ser lo que necesites ser en cada momento.



Tal vez nos equivoquemos, tal vez no sepamos bailar aunque te oigamos cantar, pero todo lo que somos, lo que soy te lo habré ofrecido. Viviendo la vida como casi hubiera querido. Sin grandes logros, con cobardías que rugen por dentro. Pero amándote lento, como yo lo intento conmigo misma, con mi corazón de tortuga. Ofrecerte lo bello, sin ser perfecto.

No sé a dónde nos llevará esto, una escuela que respira vida en movimiento. Que te acoge con silencio, con orejas que se agrandan, con mayores que se empequeñecen. No sé a dónde nos llevará esto, pero el silencio construye y deja oir lo que la vida te tenga que decir, y ese será un gran tesoro para ser feliz.
Espero que algún día sepa porqué hice esto, porqué nos metimos hasta el fondo de algo que se mueve en silencio. Una escuela en movimiento, a ritmo de pasos pausados y gestos. Como el cuadro de El descendimiento, esa danza silenciosa de trajes y marcos dorados. Van der Weyden te adivinó el ritmo, así, tan lento, de suspender la vida y sostenerla sin vacilar ni un momento.

Todavía está todo muy lejano, los proyectos se juntan y se organizan, desaparecen y aparecen otros nuevos. Todavía está todo muy difuso. Pero hay algo que se acerca. Irremediablemente.

Estoy enamorada, completamente enamorada de vivir queriendo amar esta locura de mundo, y cada vez que decido que me embarco en un proyecto pienso que tu verás en mi lo que es vivir amando. Colaborando, cooperando. Haciendo que todo este mundo sea poco a poco, la flor que respira aire puro, que se siente amada aún lejos de su principito.