sábado, 13 de junio de 2015

Celebrar la vida

Hay que celebrar la vida, aunque celebrando la vida haya que celebrar la muerte. Hay que celebrar que la vida es vida porque tiene muerte. Y así, despacito, se van colando los muertos que se acumulan entre los propios huesos. Como una calaverita mejicana, de colores bellos, dulces, que forma parte como un mosaico de tu propio cuerpo.

Hay que celebrar la muerte a la cobardía, la muerte a la propia renuncia a ser feliz, celebrar como mueren las caras desgastadas y la voz cansada de no tener voz.
Hay que celebrar la vida que te atropella salvaje, en cada paso del camino.
Hay que reconocerla, a la vida, para poder entregarla entera.
Si no se te pierde, se te escapa...
La vida.
Y hay que celebrar la muerte, el fin, la tristeza, el odio y el miedo porque traen la lluvia que hace parar. Y morir.

Diane Arbus, fotógrafa y artista americana, se centró en retratar lo marginal, lo feo, lo extraño, lo discriminado y lo temible que hay en las personas. Diane tiene una foto con su bebé que no me puedo quitar de la mente, está asustada. Embargada de cariño pero a la vez sobrepasada por lo que acaba de ocurrir: ha de celebrar la vida y su mirada es de miedo y de pérdida.

Diane Arbus (1923-1971), fotógrafa, en dos autorretratos con su hijo 


¿Dónde está la vida? 

Hay que celebrarla cuando la reconoces al pasar a tu lado. Y vivir la pérdida como si todo fuese parte del mismo plan trazado.
Hay que celebrar las calaveritas, porque sin ellas la vida no es vida, es sólo algo fácil pero vacío e infertil.
Y hay que festejar también todo lo que de muerte tiene la vida.



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